26 diciembre 2009

BIENVENIDOS A ZOMBIELAND
(REVIEW)
Que el cine zombi ha conquistado el mainstream es una realidad más que palpable en la primera década del nuevo milenio; si bien ha vivido un resurgir de oro en la mitad de ésta, en producciones como Zombieland no se vislumbran síntomas de decadencia. Y es que el debut de Ruben Fleisher entra de lleno en los cánones de la comedia norteamericana más tradicional, aquella donde no es raro ver a algún cómico del Saturday Night Live haciendo cameos, llevándola a terrenos romerianos con un presupuesto holgado, visualmente impecable. Entre toda la avalancha de cine sobre o con muertos vivientes de estos años no faltan las comedias y parodias que, como Zombie Party (Shaun of the Dead, 2004) o Slither – La plaga (Slither, 2006), diluyen el horror implícito del contenido con una fórmula plagada de sarcasmo y diversión. En esta producción, la Norteamérica post-apocalíptica y sus muertos se combinan con historias de amor adolescente y perdedores simpáticos, la cinefilia y los guiños con la acción y el gore. Una mezcla no demasiado original, pero que resulta plenamente satisfactoria al convertirse un espectáculo vertiginoso con una historia sencilla que fulmina su metraje en un abrir y cerrar de ojos. Ante la saturación de títulos sobre muertos vivientes del último lustro, Zombieland logra bordear alguno de los convencionalismos más trillados, ofreciendo una road movie que se sostiene en un guión más mimado de lo que se acostumbra a ver en este tipo de cintas. Los personajes son el acento de la historia y los muertos pasan a segundo plano en casi todo el eje central de los acontecimientos, aunque no faltan planos sangrientos, mala baba y zombis viscosos y amenazantes para satisfacer la demanda de los amantes del género. El debut de Ruben Fleischer en la pantalla grande fortalece la figura del zombi como icono de la cultura popular del siglo XXI. La película presenta un mundo colapsado que se asocia de forma inequívoca al muerto viviente. Este escenario está reinventado en videojuegos, cómics, best-sellers y relatos que no cesan de aparecer en el mercado y han elevado al muerto viviente a la categoría pop que tuvieron, por ejemplo, las criaturas de la Universal en los años 30. La diferencia de Zombieland con otros cocktails de géneros de su especie es que presupone el conocimiento de ciertos clichés por el espectador para jugar con ellos e inventar ciertas reglas, como si de un juego de rol se tratase. Porque en Zombieland todo lo que hace que una película gane fama de Serie B está tratado no sólo con los medios de una Serie A, sino con la agilidad de montaje y aspecto de una teen movie al uso, recursos musicales que componen pequeños videoclips (empezando con la secuencia de títulos de crédito, una pequeña maravilla) y una dirección que muestra la poca intención de Fleischer de convertirse en el nuevo realizador splattspic de moda. En el fondo, sus pasos parecen guiarle tras gamberros como John Landis o Harold Ramis, cuyos picoteos con el fantástico eran tan geniales como puntuales.

01 diciembre 2009

PARANORMAL ACTIVITY
(REVIEW)
Las teorías sobre la llegada de la posmodernidad al cine de horror han fecundado diversas divagaciones en torno a la efectividad de la falta de medios, los méritos de la publicidad viral o la importancia de internet en el devenir en las taquillas de pequeñas producciones que en principio no tienen nada que perder. Hay algo romántico en estas milagrosas historias de independientes que periódicamente se enfrentan a grandes artefactos de estudio como David contra Goliath, venciendo, demostrando, complaciendo a quienes pretenden aclarar que una película no necesita de grandes presupuestos para atraer a la gran masa que desea ser asustada y entretenida por el mismo precio de la tercera parte de la última multimillonaria saga de moda.
Centrándose en el éxito de público en relación a su presupuesto, Paranormal Activity figura como el mejor ejemplo de cómo una película que renuncia a los mecanismos básicos que sostienen el Séptimo Arte (montaje, guión, fotografía...) puede convertirse en un fenómeno numérico y en una película en la que el boca-oreja genera una obligación ficticia para con el potencial espectador, que siente una curiosidad brutal por ver lo que sucede en esos misteriosos fotogramas azulados que muestran los tráileres de otra cinta que explota el aspecto documental para desarrollar una trama vista otras muchas veces.
Sin entrar a comparar con recientes éxitos del mismo calibre, se puede afrontar esta nueva muestra de terror documental como el equivalente al cine de poltergeist como [REC] (2007) lo pudiera ser al de zombies o Monstruoso (Cloverfield, 2007) al kaiju eiga. Mucho más rentable que éstas, Paranormal Activity se benefició del sistema de marketing que depuraron las anteriores, siendo casi imposible valorar el fenómeno de las rentables videoproducciones sin que se las asocie a un gran diseño publicitario. Pero, lejos de los números, los datos y la recomendación de su visionado por el vecino del tercero o la peluquera de turno, cabe preguntarse qué hay detrás del ruido y las páginas de los foros. Más allá del cómo, en el celuloide queda el relato de una pareja que decide dejar constancia del asedio que sufre por parte de alguna entidad demoníaca, que se manifiesta de forma más o menos violenta en su propia casa. Nada nuevo ni original, salvo por su calculado desarrollo climático que satura la narración con episodios nocturnos en la habitación de los protagonistas. Una idea narrativa con aspiraciones a un “menos es más”, que en esta ocasión genera cierta sensación de tedio en su narrativa auto-especular, donde el juego de las cinco diferencias sobre un mismo plano se eterniza con minúsculos sucesos que, si bien consiguen inquietar, se apoyan en una demasiado adocenada serie de excusas entre escena y escena que pretenden apoyar la progresión y virulencia de los ataques con un trasfondo ocultista que aporta poco y abre demasiadas líneas sin final.
La mirada naturalista del día a día de una pareja como cualquier otra es creíble pero endeble, tan realista como poco excitante, pero funciona en la mayor parte del metraje, tanto como elemento de aproximación como propia excusa para el formato. No son pocos los logros de una película como Paranormal Activity. Asusta y logra crear tensión en su irregular y excesivo metraje, pero no supone ningún avance en el manejo de los engranajes del suspense ni se erigirá en abanderada del nuevo cine de terror. No entraremos a juzgar si el hype está justificado o no, es sólo otra muestra de ese celuloide crudo que recurre a la vena hiperrealista para conseguir inmutar al espectador.