04 agosto 2007


PLANET TERROR
(REVIEW)
Estrenada en Europa como una sola película y no junto a Death Proof como el Díptico Grindhouse, el segmento de Robert Rodríguez Planet Terror contiene algunos minutos más de material adicional que la versión americana no incluía, que añaden algo más de cohesión a una cinta incoherente, incomprensible y genuinamente trash.
Quizás el mayor problema de Planet Terror es que sin su compañera de viaje Death Proof resulta un extraño experimento que difícilmente llega a encontrar su razón de ser por si misma. Se trata de una película tan delirante que en muchas ocasiones traspasa la condición de homenaje al cine de serie Z para convertirse en una gran caricatura, una parodia casi absurda del cine de horror de nulo presupuesto que la mayoría de espectadores potenciales del filme(jóvenes de 17 a 25 años)difícilmente han conocido. Sin embargo, Rodríguez se muestra enamorado de ese cine que seguro que disfrutaba cuando era poco más que un niño y nos intenta introducir en ese submundo cinematográfico en el que todo era sucio, sórdido, sangriento y cutre. Muy cutre. Para llegar a su objetivo el director pretende emular su experiencia al ver cintas de este inclasificable estilo que llaman Grindhouse y que se podría englobar bajo el más clásico título de cine de explotación. Pero como tal, la explotación no es un género en si mismo, si no una familia de films que por su carácter dispar no comparten suficientes elementos como para obtener unos patrones definitorios concretos. Así, Planet Terror emula la forma de hacer cine de ciertos directores adscritos a un cine violento y crudo y todo el proceso es reconstruido con el propósito de elevar a un nuevo escalón la forma correcta de verlo(1). No estamos ante el típico homenaje a la serie B si no ante un auténtico simulador interactivo de serie Z. Como película que quiere buscar la complicidad Trash del espectador, Planet Terror en solitario resulta un arriesgadísimo lanzamiento hacia los terrenos del cine casposo en el que prácticamente todo esta diseñado para resultar muy cutre. Como tal, es una película deliberadamente mala, sin ningún miedo al ridículo. Mala es Mala. Es decir, no es una cinta que mire desde la superioridad del artista condescendiente a aquellas cintas que trata de rendir homenaje, si no que pide y ruega a gritos ser parte de su especie y supura lágrimas de pus nostálgica por no haber nacido al mismo tiempo que ellas. Por tanto, el jugete de Robert Rodríguez no es ninguna colección de giños típicos de otros géneros menores en una cinta de gran estudio, como viene siendo gran parte de su filmografía u otras recientes producciones como por ejemplo La plaga(Slither,2006). Planet Terror es sencillamente una fiel reproducción actual de una de aquellas películas de finales de los años setenta o primeros ochenta que resultan tan malas que se convierten en divertimentos únicos a los que siempre se puede volver a recurrir. Títulos de culto cuyo visionado es siempre estimulante aunque su calidad propiamente cinematográfica sea tosca o inexistente. Planet Terror esta pensada y diseñada para ser degustada por paladares acostumbrados al cine Nastie, los auténticos degustadores del Splatter, los verdaderos creyentes en la religión del cine subterráneo. Los exploradores incansables a la búsqueda de alguna joya dentro de las montañas de basura del celuloide más rancio encontraran en Planet Terror un nuevo diamante para añadir a su mugrienta colección. Pero a diferencia de otros exploits, esta nueva cinta de zombies busca la diversión asegurada y a pesar de su tono sucio se apoya en la carcajada contínua(pricipalmente gracias a sus gags gore) creando un ambiente laxo en el que el horror no se manifiesta de forma real en casi ninguna ocasión. No sería extraño que algunos críticos por fin vieran recompensado su metódico trabajo de desprestigio de la figura de Rodríguez(un ejercicio del que nunca parecen cansarse y que retoman incesante e inútilmente cada vez que éste tiene nuevo trabajo) por que su nueva película tiene todo lo que parece amargarles la vida a algunos sectores de la opinión .Y además en mayores proporciones. Rodríguez ha volcado todos sus tics, obsesiones y manías en un artefacto explosivo que reúne lo mejor y peor de cineastas como Bruno Mattei o Umberto Lenzi , cuya cinta La invasión de los zombies atómicos()es más que un referente en el ataque al hospital (o esa representación del ejército, ¡hasta con gorras similares!).Tampoco le hace ascos a Lucio Fulci(1) con esos iconfundibles muertos vivientes y su particular forma de la tortura femenina ( la escena en la que el Dr Block clava jeringuillas sobre las manos de una Marie Shelton especialmente reminiscente de una Joven Catriona McColl).Aunque menos de lo que quisiera, Rodríguez consigue crear cierta atmósfera a lo John Carpenter, gracias al diseño de producción y una partitura que a ratos se asemeja a las del director americano y a ratos parece salida de cualquier horror italiano, eso cuando Rodríguez no desata su vena latino-morricone.
Planet Terror es otro producto controvertido de Rodríguez cuya mayor virtud está en sorprender al espectador a cada segundo de metraje a pesar de contar la historia más típica y no añadir nada novedoso al género. Quizás muchas de esas sorpresas no sean demasiado agradables y bastante soeces o con muy poca gracia, pero otras son tan absurdas e irreverentes que hacen que el minutaje pase volando. Algunas situaciones pretenden ser más divertidas de lo que realmente llegan a ser (la incapacidad manual de Dakota)y algunos diálogos sobrecargantes (la salsa barbacoa)pero no llegan a molestar dentro de un divertimento genial, ligero y sin más pretensiones que contagiarnos el amor del director por el cine entendido como montaña rusa , espectáculo ligero y macarra y sin renegar nunca del cine que le ha llevado donde está: el que se entiende ante todo como un entretinimiento.