29 septiembre 2008

LA CASA DE LAS VENTANAS QUE RÍEN
(REVIEW)
La contribución más significativa de Pupi Avati al cine de género europeo es una pieza única en su especie, inclasificable en las corrientes del horror proveniente de Italia, llegándose a calificar por algunos autores como giallo, pese a tener pocos elementos identificativos que la pudieran incluir en dicha corriente. Sin entrar en consideraciones relativas a su condición de thriller, cinta de horror o costumbrista, lo cierto es que la aportación del director italiano es una de las incorporaciones más interesantes al terror europeo de la década de los setenta. La perspectiva de Avati es más física, más terrenal, que la de muchos de sus colegas. La fascinación por el universo rural y sus fantasmas y leyendas son la fuente de inspiración confesa del director al plantear su proyecto. Ya encontrábamos acercamientos a este medio en otras obras de autores adscritos al horror como Lucio Fulci, que en su Angustia de silencio (Non si sevicia un paperino, 1972) también retrataba una parte de la Italia más profunda y supersticiosa con un peculiar acercamiento al giallo que precede en forma y fondo a La casa dalle finestre che ridono. Un Fulci aquél relativamente más contenido de lo habitual, y que tampoco ocultaba un cierto anticlericalismo que no es difícil encontrar en la película de Avati.
El germen de la obra es una vieja leyenda de un pequeño pueblo italiano que inspiró al director para dar forma a su historia de intriga, tratando de impregnar de esa sabiduría del boca a boca, de viejas tradiciones desconocidas, a una trama adaptada a los modos del cine de suspense y terror. La historia de un pintor maldito del que parece estar prohibido hablar en su pueblo va siendo descubierta por el encargado de restaurar un fresco del artista. El estilo de Pupi Avati resulta más elegante y contenido que la mayoría de sus coetáneos italianos, y la forma de captar las imágenes huye del barroquismo de la fotografía transmitida por Bava para adaptarse a un encuadre más realista y crudo. Sin embargo, conforme la trama va haciéndose más opresiva, la luz de la película va variando y tomando distintos carices. Muy suavemente, el director mueve todas las piezas de la producción para que lentamente las imágenes se adapten a la pesadilla en la que se va adentrando el protagonista. Si bien el descubrimiento de la verdad transcurre de una manera sutil pero segura, esto es tan encomiable como en ocasiones tedioso, ya que la poca permeabilidad con la que fluyen los acontecimientos hace que el ritmo sea en ocasiones excesivamente pausado.
Durante la película el protagonista va contactando con diversos personajes del pueblo que conforman un mural alrededor del hilo conductor de la narración sin llegar a estar necesariamente implicados en ella. La finalidad de mostrar a los habitantes del pueblo y su poco cristalina posición con respecto al protagonista, es crear lentamente una atmósfera de aislamiento en torno al restaurador que no encuentra su pleno sentido hasta los mismos minutos finales en los que se nos muestran los terribles secretos con los que todo el pueblo convive sin inmutarse. Hay algunas licencias hacia el fantástico que no quedan resueltas y otras insinuadas, pero donde Avati procura crear miedo es en los detalles siniestros que va dejando durante el metraje: el poder sugestivo de las pinturas de la agonía, las sombras en las ventanas, las voces que intentan disuadir al joven o la propia grabación del pintor maldito..., todas acompañadas por una misma partitura inquietante formada por pocas notas que repiquetean de forma constante. La casa dalle finestre che ridono es una obra justamente reivindicada que muestra los buenos resultados del director Pupi Avati en sus escasos acercamientos al horror. Su estilo controlado y sereno no trata de esconder la sordidez de la historia, que explota de forma salvaje en sus angustiosos momentos finales

09 septiembre 2008

HELLBOY II:
EL EJÉRCITO DORADO
(REVIEW)
La segunda adaptación al cine de el famoso comic de Mike Mignola Hellboy sigue al milímetro la estela impresa en la primera entrega para ajustarse al manual de las segundas partes del cine de superhéroes más reciente. Más presupuesto, más acción, más espectáculo...por el mismo precio de una entrada de cine. Sin entrar a considerar los méritos o carencias del primer Hellboy, su siguiente capítulo es esclavo de las decisiones tomadas por su director al materializar el barroco universo de Mignola en fotogramas en su primer viaje. Así, el visionado de El ejército dorado no depara ninguna sorpresa de calado y sigue siendo otra muestra de la irregularidad de Guillermo del Toro cuando afronta una superproducción fantástica. El Del Toro Autor, suponemos, se va discerniendo en Hollywood película a película en un muestrario de elecciones estéticas más o menos personalizadas. No es difícil darse cuenta de los gustos y caprichos del director a lo largo de su filmografía cuando hay una repetición constante de diseños de producción y atrezzo en cada una de sus trabajos para los grandes estudios (espejos distorsionados de sus mucho más valiosas pequeñas joyas en castellano). Pero más allá de su adicción al cartón piedra y su inconveniente y despersonalizada fotografía se deja entrever una imaginación fabulosa, con un gusto especialmente sensible para la creación de seres monstruosos y una tendencia a la fantasía sin complejos sólo comparable a la de un niño que cuenta historias imposibles que a él no le cuesta creer. Quizás el problema de su cine es que siempre camina por una delgada línea donde el espectador nunca acaba de encontrar el lugar preciso donde debe situarse. Esto es, Del Toro nunca deja de descuidar la credibilidad de su danza de criaturas y da por sentada la digestión automática de su visión, en una suerte de vale todo que oscila entre la ingenuidad y el capricho, que se antoja un pelín autocomplaciente al no asimilar la volubilidad de su narrativa. En Hellboy 2 la línea argumental toma distancias frente a las páginas impresas y opta por intercalar un drama que apela a la épica del Señor de Los Anillos(¿un detalle premonitorio de su elección como director de El Hobbit?)y que le sirve de McGuffin para desgranar todo el imaginario fantástico que le quedó en la recámara tras realizar El laberinto del Fauno. Lo cierto es que en su mayoría, casi todas las creaciones que aparecen en catálogo son deliciosas (siempre es de agradecer la presencia de un primord...digo elemental) y hacen de la cinta un festín para el aficionado, pero por el contrario los personajes de peso no son tan interesantes como el director pretende y si bien ya conocíamos a el anfibio Abe Sapiens o la flamígera (y ahora protoemo) Liz, sus motivaciones nunca llegan a epatar y parte del peso dramático de las principales bisagras de la trama carecen de un interés cercano a lo funcional. El villano de la función y su ejército tampoco son más que una excusa para mover la historia hacia adelante y es por ello que su clímax no posea más importancia que la de terminar de una forma pomposa lo que el espectador ya iba vaticinando. Otra conclusión tibia, tan poco estimulante como la de su Blade 2, que muestra sus carencias como guionista y que nos permite preguntarnos por que no se explota más a fondo la dualidad del destino final de Hellboy, aquí de nuevo solo apuntada levemente en pos de un facilón conflicto conyugal falto de garra y resuelto sin problemas dada su inane trascendencia para el espectador. Con todo, el personaje de Hellboy sigue funcionando y no por los forzados intentos de humanizar a los personajes que se perpetran sobre el papel, sino al carisma de un Ron Perlman más a gusto con su rol de macarra de buen corazón que lleva muy bien el peso de todo el largometraje, siendo éste alarmantemente aburrido cuando se le permite algo de cancha a otros personajes. El ejercito dorado corrige algún defecto de la primera entrega y resulta mucho más entretenida, pero nunca llega a dejar una huella palpable en la memoria al no atreverse a romper esos esquemas autoimpuestos que impiden a Guillermo del Toro mostrase como algo más que la eterna promesa del fantástico que empieza a dar algún signo de temprano marchitamiento.

01 septiembre 2008

LA TUMBA DE LIGEIA
(REVIEW)


La última película de Roger Corman en su ciclo dedicado al escritor Edgar Allan Poe se basa ligeramente en su relato Ligeia que trata muchas de sus obsesiones relacionadas con la vuelta de entre los muertos y la figura femenina como catalizador de la maldición y el destino. La historia original es ensanchada para crear todo un largometraje, como es habitual en el ciclo,siendo quizás la historia menos compacta de entre todas las obras de Corman dedicadas a Poe.Esto, unido al uso de escenarios menos suntuosos y coloridos,le han dado cierta mala fama entre cierto sector de la critica que la han visto como uno de los episodios menos prestigiosos del conjunto. Sin entrar en comparaciones, La Tumba de Ligeia es uno de los acercamientos más acertados al espíritu lóbrego y , sobre todo ,decadente de la obra del escritor. Es innegable que como película sufre un problema de ritmo muy acusado. La narración deslabazada y sus dificultades en desarrollar una trama sólida dejan la sensación de estar asistiendo a una novela por actos donde faltan partes.Pero lo cierto es que cada escena por separado tiene una fuerza especial que les dan cierta autonomía y en conjunto resultan ser una colección de secuencias que en su mayoría son un éxito.Resultan especialmente acertadas las excursiones de la protagonista femenina(con una interesante interpretación de Elisabeth Sepherd) por la casa.En primer lugar en el campanario y el ultimo acto cuando descubre el terrible secreto de su marido. También es reseñable la secuencia onírica ,tan desasosegante como bella plásticamente. Hay muchos puntos de continuidad con otras películas de la serie.Vincent Price (que declaró que esta es su favorita de la saga Poe)interpreta otra vez al protagonista, un Verden Obsesionado con la muerte de su esposa Ligeia y muy magullado por el miedo a su regreso.Un tema que recuerda bastante al apartado Morella de Historias de Terror que termina de forma similar.Sin embargo otros ticks s ehacen algo reiterativos con respecto a el resto de la serie, como representar lo maligno con un gato negro...Sin embargo los puntos que la alejan del grupo de películas resultan lo más interesante.La escenografía, aunque no tan vistosa, resulta muy reseñable.El emplazamiento de la acción en una abadía herrumbrosa y oscura le da un tono más decadente al conjunto y acompañan al tono enfermizo de lo que relata. La Tumba de Ligeia es una película irregular pero muy valiosa,El guión es poco dinámico ,en beneficio de una mayor fidelidad al estilo literario de Poe y resulta un festín para el que pueda o quiera disfrutar de una prosa más cercana al escritor que en otras piezas del ciclo Corman. A su vez posee una atmósfera oscura que el desarrollo visual y la fotografía convierten en una película idónea para redescubrir detalles en cada (necesario)revisionado.