
La concepción popular de que el medio del Cómic está asociado con los Superhéroes hace que haya una impresión generalizada de que Watchmen sea considerada la mejor novela gráfica que jamás se haya creado. Su importancia es indudable, pero está lejos de ser una obra compacta o brillante. Si que es verdad que la acción transcurre en un escenario distópico que radiografía con éxito la sociedad paranoica de Los Estados Unidos de la era Reagan (A través de un Nixon reelegido), cuestionando si las personas encargadas de proteger a la Norteamérica de los ochenta merecen la confianza de los ciudadanos. Los últimos coletazos de la guerra fría creaban una disposición para que los que manejaban el país mostraran su fuerza, tranquilizando a una población acomodada y consumista que temía perder su estatus frente a una amenaza fantasma. Pero ésta lectura no deja de ser bastante obvia como para describir esta obra de superhéroes retirados como una obra maestra. Su autoconsciencia, su narrativa errática, sus pretenciosos diálogos y simbolismos, y su pueril acercamiento a los personajes son sólo muestras de las muchas limitaciones de Alan Moore como guionista.

Watchmen , la película, es una adaptación que reproduce prácticamente viñeta por viñeta la historia del grupo retirado de superhéroes. La intención de reproducir este universo al milímetro introduce una puesta en escena al ralentí, que abusa del zoom inverso, para poder contemplar cada estampa en su esplendor, deleitándose en los detalles de un plano durante algunos frames más de lo que necesita el ojo humano. Una técnica que se desarrolla a la perfección en los impresionantes créditos iniciales pero que a la media hora de película resulta ser un lastre que el director no es capaz de abandonar ni para presentar los diálogos de los personajes. Las actuaciones acompañan al tono solemne de la película, resultando demasiado impostadas, teatrales, prefabricadas y faltas de vida. Como consecuencia, en ningún momento del extenso metraje se llega a establecer una relación empática entre espectador y personajes; haciendo que esa falta de implicación se traduzca en un desinterés progresivo por la trama. Esta falta de espontaneidad, junto al gratuito espectáculo visual, anulan cualquier atisbo de emoción y hacen que su pretendido estudio del superhéroe como ser humano con problemas, nunca logre el trasfondo melancólico que demanda el relato.
La descompensada trama del original ha sido condensada en un artefacto que trata de recuperar sus capítulos más significativos creando una red de historias y personajes desequilibrada, cuyo concepto central queda diluido entre secuencias desiguales de duraciones arbitrarias, postalitas desplegables e indeterminación formal. El desarrollo demanda focalizar la acción para que el espectador la pueda seguir sin sorprenderse cuando se retoma una línea argumental que fue abandonada para desarrollar las muchísimas subtramas dispersas que nunca encuentran conclusión. Un entramado plagado de puntos de fuga que hacen que la película se acerque al sinsentido en más de una ocasión, aunque se libre del naufragio gracias al espectáculo visual que propone. Es imposible permanecer indiferente ante el ambicioso y trabajado despliegue creativo, pero lamentablemente eso no es suficiente para crear una buena película o no caer en el ridículo en más de una ocasión. Esta claro que Watchmen no es una película de superhéroes cualquiera, pero se siente tan especial y se mira tanto a sí misma que hacen que realmente uno se pregunte si realmente le interesa ver esta historia de superhéroes que, al fin y al cabo ,por mucha violencia, sexo, o reflexiones que quieran añadirle ,no deja de ser eso: otra de superhéroes